Maestro de raza, de la vieja escuela, relataba tranquilamente con anécdotas de por medio como se fue gestando este proyecto hasta hacerse realidad. El recuerdo de su colega y amigo Osvaldo Scarfó fue lo más emotivo, según él mismo reconoció, fue el primero y quien más insistió para que ese legado les quedara a las nuevas generaciones.
Cuando el corazón le dio un susto, lo obligó a la reflexión sobre la posibilidad de llevarse su sabiduría a la tumba. 30 años se plasmaron durante su convalescencia, primero fue una versión artesanal que el creyó única para donar al Lola Mora. Pero la descubrió otro profesor, Jorge Luis Pirozolo, antiguo director de ese establecimiento y actual legislador de la provincia de Buenos Aires, quien gestionó un subsidio para poder editar la obra. Así se logró una edición gratuita de 2000 ejemplares que fueron distribuidos en todas las escuelas de arte del país.
La familiaridad y el intimismo recorría la sala, el director del museo Darío Klehr, alumno y heredero del maestro se había dado el gusto de homenajearlo como él lo merecía, en un momento del recuerdo lo traicionó un poco la emoción, con una muy buena trayectoria profesional cuando llegó a este puesto, una de sus tareas fue el reconocimiento a sus mentores. En una parte del relato mencionó "mientras yo sea el director de este museo, van a estar aquí expuestas estas maquetas que me regaló Pancho" Y no se cansaba de agradecer, se sentía el valor de la herencia, la transmisión del conocimiento, el respeto por los maestros.
Otro profesor a su lado Rogelio García Garrido, también era parte de la historia, habían compartido el trabajo docente así como la idea del libro, a la vez tomó un curso con su colega sobre este tema bastante difícil de resolver, los dibujantes y pintores lo saben. Pero como dijo un ex alumno y actual estudiante de la UBA, cuando le presentó el libro al profesor le dijo "pero ahora hay programas de computadora que lo hacen". Nadie lo niega, ni siquiera Pancho que utiliza muy bien la computación, pero como él dice "hay que saber sacar las medidas, es mi ojo el que decide el dibujo".
Más allá de estas discusiones sobre lo nuevo o lo viejo, la tradición o la modernidad, lo importante es que en esta oportunidad se hizo visible la trayectoria de alguien que sigue dando cátedra a sus 88 años y con sólo 8 de jubilado, como el primer día en que se inició en la profesión. Los abrazos, los saludos y las fotos completaban la historia que se escribió esta tarde, afuera la tranquilidad del barrio, aquí adentro la calidez del encuentro. L F


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