Esa bendita marca de los "gordos" que se ha masificado como identificación de este artista resulta dañina en un sentido estético, pues es no saber distinguir la maravilla del volumen que Botero representa en sus obras. El es un escultor por encima de cualquier otra pretensión y por ende un gran dibujante. No es pintor, el color en sus obras está al servicio del dibujo.
Recorre todas las técnicas: sanguínea, carbonilla, grafito, y en todas está su sello de maestro académico, da clases magistrales del dominio del material y de la composición, además del gran recurso en muchos casos del uso del soporte de tela.
Fue un gran acierto por parte del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires haber realizado esta muestra de Botero con una curaduría específica en papel y tela para poder apreciar su talento inacabable.
Liliana Fischetti
Lic. Crítica de Artes
















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